sábado, 29 de enero de 2011

Y quizás algún día te traiga la luna.

Estaba al lado de ella. Hacía tiempo que sentía el corazón explotar cuando estaba a su lado, pero jamás me había atrevido a decirle nada. ¿Qué pensaría si alguien como yo le dijera que es lo mejor que me ha pasado y que no quiero separarme de su lado? Puede que me odiara, o puede que perdiera eso que tanto me ha costado conseguir. Me limito a sonreir y a escucharla atentamente. Pero mis ojos se pierden en su boca, en sus labios. Divago entre mis sueños de que un día, un remoto día, ojalá sea mía y esos labios también. Y voy poco a poco quitándole atención a sus palabras para analizarla entera. De arriba abajo, empezando por su cara, sus ojos, su boca, su nariz y paso a su pelo y mis ojos se desvian bajando la mirada hasta llegar a recoger todo su cuerpo en silencio, sin que ella se de cuenta. No se debe de notar nada, entonces algo me saca de mi fantasía:

- ¿Me estás escuchando? - Dijo con una sonrisa.
- Perdona, no. - Contesté sonrojado - Estaba pensando en mis cosas. ¿Podrías repetirme?
- Jajajaja claro, pero escúchame esta vez, ¿eh? Que sino no te lo cuento más. - Respondió mientras me enloquecía su forma de hablar, tan viva.- Te decía que me gusta mucho este lugar. Muchas gracias por haberme traído, no lo conocía. - Se giró hacia mí, haciendo agitar su pelo y embriagándome con su perfume.
- ¿Te gusta? Es mi sitio favorito desde siempre. - Hablé con una sonrisa que solo ella sabía sacarme.
- ¿Me gusta? No, eso es poco, me encanta - Dijo a la vez que daba vuelta con los brazos extendidos. Daba vida solo verla.
- Me alegro mucho - Contesté algo tímido.

Entonces decidió alejarse un poco de donde estábamos. Se acercó hasta un lugar un poco más allá donde había una barandilla que daba paso a la gran vista que había en frente. Todas las pequeñas luces que estaban en el valle, enmarcadas con el mar a la derecha y bañada por las estrellas de esa noche, además de una enorme luna en lo más alto del cielo. Una suave brisa hizo que se nos revolviera el pelo y que ella sintiera frío, eso me lo demostraba su piel erizada. Me fui acercando a ella poco a poco por detrás mientras seguía apoyada en la barandilla, de espaldas a mí. Me quité la chaqueta y se la pasé por los hombros. Entonces ella se giró y nos quedamos de frente, cara a cara. Creo que era la primera vez que nos encontrábamos tan cerca y otra vez iba a divagar en mis pensamientos cuando con voz suave me dijo:

- Mira la luna, ¿la ves? Siempre me ha encantado. - Dijo señalando con el dedo.
- Sí, es muy bonita, pero hay algo aquí que brilla aún más - Contesté y mientras lo estaba diciendo mi razón me golpeó haciéndome ver que me había equivocado con ese comentario...
- ¿Más brillante aún? ¿El qué? - Preguntó con esa mirada de niña inocente.
- Nada, da igual, déjalo son tonterias. - Me alejé un poco pensando en qué había hecho. ¿Cómo podía ser tan tonto? ¿Cómo había sido capaz de mandarlo todo al garete en un solo instante?
- No, espera, por favor, dímelo - Corrió tras de mí.
- De verdad, son tonterías que era mejor no haber ni contado. Me prometí hace mucho tiempo que no se lo contaría a nadie, que esto no saldría de mí, de mi cabeza, de mi corazón y de mi cuerpo, porque podría destruir todo lo que había construido. No te preocupes, que no es nada - Terminé sin aliento.
- ¿Tan malo es? Cuando dices algo y te echas para atrás me entra mucha curiosidad y ¿sabes? puedo llegar a ser muy cabezota si quiero. - Sonrió.
- Me gustas, me gustas desde el primer día que te vi. Pero sé que no te lo puedo decir, que no te lo puedo demostrar porque entonces ya nada sería lo mismo, tú no serías lo mismo conmigo y tengo miedo de perder esto que tenemos, esta sincronía y este sentimiento que nos une. Me prometí que no te lo contaría que me reprimiría que guardaría todo los deseos en mi interior para permanecer eternamente bien contigo. Porque no te quiero perder por nada del mundo. No te quiero perder a ti. Y ¿ves esa Luna? Quizas algún día te la traiga. Quizás algún día sea tuya... - Me rendí.
- No porque no lo diga o porque no lo demuestre no significa que lo sienta. Es más creo que, incluso, lo que yo siento hacia ti es más de lo que sientes tú hacía mí. Pero tampoco he sido capaz de hablar por miedo a romperlo todo. Pero tú eres la persona que más me conoce y sabes perfectamente por lo que estoy pasando y lo que he sufrido... Y nadie más lo sabe mejor que tú... Te quiero... - Confesó.
- Pero... ¿por qué yo? - Pregunté sin acabar de salir del asombro.
- Porque tú me viste cuando para los demás era invisible... - Terminó.

Fue una noche corta, pero intensa. Hablamos de todo lo que sentíamos, de todo lo que pensábamos del otro. De cada cosa que podíamos hacer, de los planes que podríamos crear. Y respiré, me contenté, porque esta no sería la única vez que estaría con ella así. Es más ésta es la primera de las tantas veces con ella.