viernes, 24 de diciembre de 2010

Un golpe de suerte. Décima parte.

10.
Despertarse de nuevo, esta vez metida entre las sábanas, sin embargo, no recuerdo muy bien porqué acabé aquí, lo único que recordaba de ese día era que estaba con Adam en la terraza viendo el maravilloso amanecer. Ahora, por el contrario, me encontraba en mi habitación, algo oscura ya que las persianas están cerradas, tapada con la manta y sin él. Creo que de toda la situación, ese gran detalle es el que marcaba la diferencia y el que me perturbaba por dentro. Conseguí desperezarme y busqué por toda la habitación algún indicio de que su presencia estuviera cerca, pero nada, vacío y silencio. Comencé a angustiarme, porque no sabía muy bien dónde podría haber ido, Me dirigí hasta el baño en su busca, pero, tampoco conseguí sacarme de dudas. Es más, ahora mismo tenía más los nervios a flor de piel.

Ya como única solución se me ocurrió la vía fácil y uno de los grandes inventos de la nueva era: el móvil. Rebusqué entre mi bolso y entre mis pertenencias en su búsqueda hasta que por fin lo encontré. Seguidamente, me puse a buscar su número en la agenda telefónica, pero… nada, vacío, no había ninguna señal de su nombre, ningún contacto que se llamara Adam, nada que pudiera sacarme de dudas y sobretodo, conseguir calmarme.

A lo mejor ha ido a su apartamento en busca de algo. Me puse lo primero que encontré por la habitación y salí muy rápidamente escaleras arribas en su búsqueda. Ya una vez por fuera de la puerta llamé al timbre que había a un lado. Me abrió una chica con el pelo oscuro y un poco largo, con fleco hacia un lado que me observaba de arriba abajo con una cara extrañada.

- Perdón… eh… ¿Quién eres tú? – Le pregunté más extrañada si cabe.
- Perdona, más bien será, quién eres tú o a quién buscas… - Me dijo con un tono un poco molesto.
- Busco a Adam. – Expuse rápidamente.
- Ah, sí, espera, ahora sale. – Contestó con pocas ganas.

A los minutos su cuerpo se asomó por la puerta y me miró también algo extrañado:

- Hola, soy Adam, ¿qué desea? – Quiso saber.
- Adam, soy yo Erleen, ¿cómo que qué desea? – Reaccioné ya impulsivamente.
- Perdón, creo que se ha confundido de persona, yo a usted no la conozco de nada señorita. – Contestó cerrando la puerta sin dejarme decir nada más.

Desesperada me dirigí hasta mi apartamento y me metí en la cama a llorar. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué había ocurrido para que de un momento a otro la persona que amaba, o más bien, que amo ya no se acuerde de mí? ¿Qué ha ocurrido para que todo me vaya mal? ¿Y qué ha ocurrido para que él haya vuelto con ella, con esa que tan solo le ha hecho daño?

Con este pensamiento me desperté bañada en lágrimas en mi cama. Todo había sido una odiosa pesadilla. Me encontraba en la misma situación: en mi habitación, tumbada en la cama y tenía las persianas bajadas, sin embargo, el gran detalle que no aparecía en mi sueño, o, más bien, en mi pesadilla, era que él estaba ahí a mí lado, junto a mí, entonces respiré tranquilamente.
Continuará...

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