viernes, 18 de marzo de 2011

Un golpe de suerte. Duodécima parte.

12.

Tardamos un rato en entrar a la recepción del hotel, pero ahora mismo nos encontrábamos frente a la puerta de la habitación. Mi pulso se aceleró más todavía, ¡qué tontería ponerme así por esto! Pero da igual, mi parte racional estaba bloqueada en estos momentos, obtusa diría yo. Y en ese momento pasamos la tarjeta por el lector y un click, nos demostró que ya estaba abierta la cerradura. Si nuestros ojos se habían maravillado con el lugar donde se encontraba y con la decoración exterior, así como el tipo de edificio que era el hotel, ahora al verlo por dentro, a ver la suite que tenía, creíamos que se nos escapaba el aire de nuestros pulmones sin apenas darnos cuenta.

- Wow, es mejor de lo que podía haber imaginado, ¿no crees? – Dije recorriendo con la mirada, cada parte de la habitación.
- Creo que es insuperable, ¿no te parece? – Se quedó en silencio observándome desde el marco de la puerta.
- Es genial, Adam, en serio. Eres genial, nunca antes me había pasado esto, nunca había conseguido que todo me cuadrara tanto a la perfección como me pasa contigo. – Me giré para fijar mi mirada en la suya. – Dime, ¿qué tienes para dejarme con esta sensación? ¿Por qué nos atraemos tanto? ¿Por qué existe este campo magnético tan atrayente entre tu cuerpo y el mío?

Él no tenía palabras, tan sólo se quedó con la vista fija en mi cara. Daba un poco de pánico, verle así, sin decir nada, pero luego supe porque era. Un sonido a lo lejos era lo que quería que escuchara. Volví a girar sobre mí misma buscando el origen de ese sonido, entonces encontré el balcón que daba hacía un patio interior. Abrí la puerta lo más rápido que mis delgados dedos pudieron atinar y ahí estaba una gran cascada que desembocaba en un lago que tenían acondicionado a modo de piscina. Era totalmente un paraíso natural, con todas las comodidades que se podía tener y con un ambiente de tranquilidad y paz alejado del bullicio de la gran ciudad.

- Sin duda, necesitaba algo de esto para relajarme – Pensé en alto. – Últimamente tengo demasiada tensión en el cuerpo y no es algo que me agrade.
- Lo sé, precisamente te traje aquí, porque además de ser un sitio alejado, dan tratamientos anti-estrés y de relajación mediante cosas naturales como puedes comprobar con esta cascada.
- Me encanta que lo sepas, muchas gracias por tener este detalle conmigo – Contesté mientras me acercaba hasta él.
- Venga, ponte ropa cómoda tenemos sesión de masaje en… - Miró su reloj calculando – veinte minutos.
- Perfecto, me voy a cambiar pues. – Dije mientras me dirigía al baño.

Al cabo de unos minutos ya estábamos listos y dispuestos a bajar para tener nuestra primera sesión de relax, comencé a caminar hacía la puerta y justo cuando estaba apunto de abrirla, su mano se posó en la mía. Nos miramos durante un rato a los ojos y me dijo con voz suave y relajada:

- Espera, tengo algo que darte. – Sonrió. – Al cabo de unos segundos trajo algo entre las manos que no logré ver hasta que lo tenía pegado a mí – Toma, sé que son de tus favoritas.
- Pe…per…pero… ¿cómo lo sabías? – Pregunté con cara extrañada al ver entre sus manos flores de almendro. – Creo que nadie nunca lo ha sabido.
- Porque yo, al contrario que los demás, te escucho mientras duermes y créeme que dices muchas cosas – Me miró con cara pícara.
- ¿Cosas? ¿Cosas como qué? – Mi cara era más extrañada aún.
- Ah, lo siento, estate atenta cuando hablas en sueño y ahora vamonos que no podemos hacer esperar este masaje. – Respondió cambiando de tema, sabiendo que eso me molestaba más.
- Pero… - Quise retomar la conversación.
- Pero nada, vamonos – Contestó mientras me cogía de la mano para salir de la habitación.
Continuará...

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