domingo, 6 de junio de 2010

Observar las formas de las nubes.

Otra noche más. Una noche cualquiera, ¿a quién le interesa más detalles? Vale, diré algo más, una noche de Junio, se respiraba ya el ambiente a verano, a vacaciones, a libertad.
Otra vez esa playa. La playa de nuestras fantasías. Nuestra más fiel compañera de juegos y de carcajadas. Ella y nosotros.
No era un gran día, no hacía un gran tiempo. Estaba todo nublado y un poco gris, sin embargo, nosotros parecíamos pintarlos con los colores más bellos que teníamos en nuestras paletas de pintores.
La arena, negra y caliente, se comportaba como nuestra cama. Nuestra confortable cama en la que nos acomodábamos para observar el cielo. Ese cielo lleno de nubles pero que de pronto, aparecía un rayo de sol tímido. Uno de los últimos que ya quedaban en el cielo.

- Vamos a observar las formas de las nubes. - Propuso.
- ¿Qué formas? Está todo tan nublado que ni siquiera se puede ver una mínima forma ahí arriba. - Rebatí la propuesta.
- Pero mira, ¿ves eso? - Preguntó.
- No, ya te he dicho que no veo nada. - Contesté.
- Bah, mira, fíjate es un dragón y mira ahí hay otro. ¿No ves ese flotador de ahí? - Dijo, mientras sus dedos dibujaban formas imaginarias.
- Pero ¿qué estás diciendo? Yo no veo nada. - Comenté.

Y él seguía y seguía buscándole formas a las nubes, a esas nubes que no tenían forma pero que gracias a su imaginación, como si de un niño pequeño se tratase, dibujaba con sus dedos. Cada vez formas más peliculiares, formas totalmente disparatadas y locas que hacían que no pudiera parar de reír. Eso me gustaba. Reír.

- ¿Te has dado cuenta de que esta playa está desierta? - Indagó entre mis pensamientos.
- Sí, me había fijado hace un rato, es raro verla así. - Dije.
- ¿Sabes? Esto no lo había hecho con nadie antes. - Contestó mientras su mirada se fijaba en mí.
- ¿El qué exactamente? - Le miré yo también.
- Estar en la playa, a esta hora, acostado en la arena como si se tratase de otra cosa, mirando al cielo que a decir verdad no está muy bonito hoy, pero ¿para qué quiero ver el cielo teniendo a una estrella a mi lado? - Preguntó.
- Es verdad, odias la arena - Sonreí. - En cuanto a lo que soy una estrella, creo que te he cegado demasiado y ya no distingues entre lo normal y lo bello. Soy normal, muy normal. - Contesté.
- No eres solo normal, eres única, jamás había conocido a alguien así. Eres princesa. Princesa de mi reino. - Sonrió de nuevo.

En ese instante no me pude resistir a esas palabras que había pronunciado. Concretamente a esa palabra que tanto me encantaba. La única que consigue hacerme derretir por completo. Le besé. Le besé como si nunca lo hubiera hecho. Con ternura, con delicadeza, pero también con pasión. Con mucha pasión. Nos fuimos abandonando, escuchando sólo nuestra respiración, entrecortada por los besos que nos estábamos brindando, y, también, el mar. El rugir de las olas, el sonido que producen al romper.

- Eres increíble. - Le dije.
- Ya, claro, a ratos. - Respondió.
- ¿Por qué nunca me crees? - Pregunté un tanto molesta.
- Por qué se lo que sientes. - Afirmó.
- Dudo mucho que lo sepas, porque es mucho más de lo que cabes a imaginar. Tengo miedo de cada paso que doy, lo sé, pero eso no quita cuáles son mis sentimientos. - Me sinceré.
- Ah, ¿sí? ¿Y cuáles son tus sentimientos? - Quiso saber.
- Te quiero y te amo. Se resume en eso, porque la palabra que define lo que siento por ti, todavía no se ha inventado. - Fue mi respuesta.

No respondió, tan sólo me miró, sonrió y me volvió a besar. Se puso en pie enfrente de mí, invitándome con su mano a que yo también me levantara. Entonces, se colocó detrás mío. Apoyó su barbilla en mi hombro, y me susurró al oído:

- Si tú me quieres como ese charco de ahí. - Dijo mientras señalaba a un pequeño charco que se formaba entre las rocas. - Yo te quiero como ese charco de ahí. - Prosiguió explicando mientras señalaba al inmenso mar.
- Sigo repitiendo que estás equivocado en cuanto a lo que crees que te quiero. - Me expliqué.
- Bueno, pero aún así, yo siempre te querré más que tú a mí. - Dijo.
- No me busques... que me encuentras. - Bromeé mientras sonreía.
- Mira, ¿ves el horizonte? - Preguntó.
- Sí. - Afirmé.
- ¿Ves que tenga final? - Otra pregunta más.
- No, el horizonte es infinito. - Dije.
- Pues como esto que estamos viviendo. - Finalizó.

Y paseamos juntos por la playa, juntos, de manos, uno al lado del otro. Dejándola atrás con cada unos de nuestros pasos. Dejándola sola para otro día seguir escribiendo nuestra historia.

1 comentario:

  1. para que quiero mirar al cielo teniendo una estrella a mi lado...dios es que es taaaaaaaaaaaan bonito todo lo que leo por este blog *-*

    x cierto, soy angelofmusic xD

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