sábado, 31 de julio de 2010

Un golpe de suerte. Primera parte.

1.

Un día más me despierto hecha un ovillo en la cama. Sin duda, este va a ser un día muy largo como todos los que he estado teniendo últimamente. Voy al baño, me miro al espejo, sin duda con esta cara no llegaré a un lado. Me la lavo en un intento de parecer más decente, me peino un poco el pelo con las manos y me dirijo hacía la cocina. Abro el armario cojo el Nesquik, y en el que está justo al lado, una taza. Abro la nevera, cojo la leche fría. Uno los dos ingredientes que tengo en ambas manos y de camino a mi cuarto voy revolviendo la taza para endulzarlo un poco con el azúcar que le acabo de poner. Ya en mi cuarto me paro delante del armario. ¿Qué me apetece ponerme? Báh, esto mismo: vaqueros, camiseta y una sudadera de capucha. Preparo los últimos detalles en el bolso mientras apuro mi desayuno. Vuelvo al baño para maquillarme y de esa forma volver a intentar disimular mi cara de estampo. Me dirijo hacia la puerta de entrada en la que con un toque suave consigo cerrarla. Mirando el reloj y un poco más apurada de lo normal, porque llego tarde, corro escaleras abajo sin fijarme en nada más. De repente, ¡PUM! Colisión... - Dios, estás cosas solo pasan en las películas porque me tiene que tocar ahora cuando más tarde llego y justo a mí que no tengo ganas de nada. - Digo para mis pensamientos. Entonces le miro y me pierdo en su mirada por un instante, pero que, a la vez, es eterno. El tiempo se paró por un momento. ¿Y si no fuera tanta casualidad? ¿Y si el destino, a pesar de que no creo en él, lo ha hecho adrede?

- ¡Uy! Perdona, no me había fijado que subías, iba como una moto pensando en mis cosas - Conseguí decir entre balbuceos.
- No pasa nada. Me llamo Adam, soy tu vecino, el del tercero B. Encantado de conocerte. - Dijo con una amplia sonrisa.
- ¡Hola! Yo me llamo...
- ¡Erleen! - Contestó, casi dando un grito.
- ¿Cómo te sabes mi nombre? - Pregunté un poco extrañada. Era la primera vez que veía a ese chico por mi edificio y ¿ya se sabía mi nombre?
- Sí, lo pone en tu carpeta - Murmuró señalando a la carpeta que llevaba entre las manos.
- ¡Ah, sí! Es verdad, no me había dado cuenta que lo tenía puesto - Sonreí un poco sonrojada. Entonces algo me llamó la atención: el reloj. ¡LLEGO TARDE! - Eh, lo siento, Adam, pero tengo mucha prisa o llegaré tarde.
- No te preocupes, ya nos veremos más veces por aquí. - Prometió.
- ¡Claro que sí! - Afirmé. - Encantada de conocerte.

Salí corriendo por la puerta del portal. Fuera me estaba esperando, reluciente y brillante tal y como lo había dejado la noche anterior. Mi pequeño Volkswagen Beetle descapotable, color granate con asientos de cuero color crema estaba aparcado justo delante de casa. Arranqué lo más rápido posible y llegué al hospital.

- ¡Buenos días, soy la nueva! ¡Vengo a hacer las prácticas! - Dije a la mujer que se encontraba en el mostrador.
- ¡Muy bien! Usted es la señorita Erleen, ¿verdad? - Contestó con una amplia sonrisa.
- Sí, efectivamente esa soy yo. - Respondí de la misma forma.- Pase por esa puerta y en la sala número 8 le atenderá su tutor. - Me indicó.

Ahí me dirigía, entré en la puerta que me había señalado la mujer del mostrador y toqué un poco nerviosa. Una voz desde el interior de la habitación contestó: - ¿Sí? ¡Adelante! Nerviosa alcancé a abrir la puerta.

- ¡Buenos días! Soy la chica que está en prácticas. Me llamo Erleen, encantada de conocerle. – Dije decidida para causar buena impresión.
- Bienvenida al equipo señorita Erleen, mi nombre es Alexander. En seguida empezaremos las prácticas, pero estamos esperando a un compañero suyo que todavía no ha venido. Aunque es lógico, llega usted temprano.- ¿Temprano? ¿Ha dicho temprano? Pero ¿cómo? Si salí apurada de casa.
- Disculpe, ¿qué hora tiene usted? – Pregunté un poco asustada.
- Son las 8:45, señorita. – Contestó con una sonrisa. ¡Dios, se me había olvidado! ¡Anoche cambiaron la hora! Por un lado respiré aliviada, por otro tenía ganas de morirme, podía haberme quedado un poco más en la cama y puede que hubiera evitado el choque de esta mañana con ese chico.

Ese chico… Adam. Era extraño que jamás lo haya visto, puesto que es alguien en el que te fijarías a la primera. Es muy atractivo. Pelo larguito, castaño y con mechas rubias del sol. Piel morena. Alto y, además, fuerte. Tiene una espalda bastante ancha y unos brazos bastante grandes, puede que de ir al gimnasio o de alguna actividad que haga. Ojos achinados, oscuros, pero con pintitas más claras. Pero lo que más me llamó la atención en su cara fue ese lunar: el lunar que tiene justo debajo de la nariz. Sin duda, un sitio peculiar para un lunar, pero, a la vez, un lugar muy especial. Y mientras seguía pensando en ese misterioso chico, apareció por mi mente otra persona. James. Sin duda, ya había pasado un mes y lo seguía echando de menos. Una relación que duró poco, que fue corta pero intensa. Pero él se había ido, eso era lo único que tenía claro y desde entonces, todas las noches era una constante pesadilla, no paraba de despertarme a las tantas y no me dormía pasadas las horas. Se fue, sin darme explicación ninguna. ¿Acaso seré mala? No sé, es algo que siempre pensé, puede que sea yo la causante de todo, la que tiene la culpa porque sino no me lo pued…Algo interrumpió mis pensamientos: el sonido de la puerta al ser golpeada y la voz de mi tutor invitando a que pasase esa persona que se encontraba al otro lado. Yo, por el contario, seguí mirando hacia el suelo y de repente oí esa voz. Esa que me resultaba familiar porque hacía unos minutos que la había escuchado.

- ¡Buenos días! Disculpe, creo que llego con dos minutos o tres de retraso, tenía el reloj un poco atrasado con esto del cambio de la hora y se me había despistado todo. Mi nombre es Adam y voy a hacer su mano derecha. Soy el nuevo chico de prácticas. – Dijo con un semblante impecable, con una sonrisa de oreja a oreja y una mirada firme pero no intimidatoria.

El corazón me dio un vuelco. ¿Seré estúpida? ¿Por qué me pongo nerviosa si apenas lo conozco? Y sin saber porqué noto como mis mejillas cada vez me arden más, como si minutos antes de que él entrara sabía que yo estaba pensando en él, que estaba analizando “nuestro primer encuentro” y que, sobretodo, le estaba analizando a él. ¿Qué te está pasando Erleen? Es tu vecino, nada más. Ha coincidido que los dos trabajarais en el mismo sitio pero no pasa nada, lo sé afrontar. Por qué lo sé, ¿verdad? ¡Uf, relájate! Intenta que el día vaya bien.


Continuará...

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