7.
Ya una vez a su lado me miró más perplejo que yo, si cabe, y no sabía muy bien que expresión debía de ponerme, me saludó tímidamente con la mano y sonrió:
- ¿Vas a ser mi doctora? – Preguntó con una voz pícara.
- No sé si para tu desgracia o para tu fortuna, pero sí. He oído entre los pasillos que soy la peor médico de este hospital, ¿recuerdas algo de eso? En fin, aquí veo que tienes partido tan sólo el dedo anular, tuviste suerte, ¿eh? Hay personas que están fatal, sobretodo, el padre de familia al que atropelló tu autobús, no sé yo si saldrá de esta… – Contesté muy seria y muy profesional.
- La verdad es que sí, supe cómo ponerme perfectamente para no sufrir daños, aunque muy bien no me salió la jugada si tengo partido un dedo. – Quiso bromear.
- Creo que no sabes la gravedad de lo que ha sucedido… – Contesté más seria aún.
- ¡Claro que sí! – Dijo lo más rápido que pudo contestar. Y entonces hubo un silencio muy incómodo entre los dos, levanté la vista de la historia para ver qué pasaba y me di cuenta de que estaba fijamente mirando hacia algo que había detrás de mí: Adam. Tímidamente sonreí mientras él se dirigía hacía a mí.
- ¿Qué tal princesa? ¿Mucho trabajo? ¿Cómo lo llevas? – Me preguntó sin percatarse de nada más.
- Sí, cielo, estoy algo cansada, pero estoy bien, es mi trabajo, ¿no? Así que no te preocupes, ¿tú qué tal? ¿Ya has terminado? – Quise saber yo.
- Pues sí, ahora mismo ya he terminado con la última máquina que tenía por arreglar, así que perfecto, ya está todo solucionado. Venía a ver qué tal ibas tú para ver si te espero para ir a cenar. – Propuso Adam, sin embargo, mi voz no pudo salir de mi boca puesto que una tos tímida nos sacó de nuestra burbuja perfecta para traernos de vuelta a la realidad.
- Eeeh, sí, perdón, Adam este es James, James este es Adam – Les presenté aunque no con mucha alegría.
- Encantado de conocerte, James, por lo que veo eres de los mejores que están del accidente – Contestó muy amable Adam.
- Sí, la verdad que he tenido suerte, podría haber sido peor, comparado con la gente que he logrado ver, sobretodo, ese padre de familia al que atropellamos. Creo que la gente debería de tener mucho más cuidado cuando conduce y más cuando es un conductor de un transporte público, porque de él depende la vida de muchas personas. – Contestó haciéndose el inocente.
- Ya, tienes razón – Afirmó Adam.
Otro silencio incómodo, que no tardó mucho en romperse: “tu turno ha terminado”, fueron las palabras de mi jefe. Había estado trabajando tantas horas seguidas que no tenía ya noción del tiempo siquiera. Entonces Adam me agarró sutilmente de la cintura, haciendo con su gesto que me girara hacía él y eso fue lo que hice. Me miró con esa cara tan tierna que siempre me pone, con esos ojos radiantes de felicidad y de vida, con esa sonrisa que te invita a sonreír a ti también y pensar que nada malo puede pasar, que todo es maravilloso y que nada anda mal.
- Venga, vamonos a casa para que descanses, llamamos a una pizza y que nos la traigan, ¿qué te parece el plan? – Me propuso Adam.
- Creo que es una de las mejores ideas que hemos tenido ahora. Llegaré a casa me daré una larga ducha caliente y luego en el sofá, tapados por una mantita viendo una peli mientras comemos pizza. – Le propuse yo.
- Me parece una de las mejores ideas que hemos tenido ahora, jajajaja. – Me remedó.
- Bueno, James, lo siento pero tenemos que irnos, porque no aguantamos más con nuestras almas, espero que todo te vaya bien y ya nos veremos por aquí, ¿sí? – Le dije para despedirme rápidamente.
- Que descansen, ya nos veremos por aquí, sí, espero que no muy a menudo pero vendré para revisión. – Prometió James. – Y encantado de conocerte Adam.
- Lo mismo digo James, mejórate. – Le contestó cordialmente.
Entonces salimos como un día más del hospital, nos dirigimos al coche. Menos mal, conduce Adam, si tuviera que hacerlo yo como cuando tengo guardia siento que me voy a quedar dormida en el volante de un momento a otro y ya he comprobado lo que puede suponer eso.
Llegamos a casa, me descalzo los zapatos me voy desvistiendo por el pasillo y me meto en la ducha, agua caliente, agua que incluso me quema. James. De nuevo ha aparecido ese nombre en mi mente. Pero… ¿por qué? ¿Por qué he tenido que encontrármelo ahora? Sin duda siempre pasa lo mismo, cuando más feliz estás con algo, siempre ocurre lo contrario que hace que todo se destruya…
Continuará...
Ya una vez a su lado me miró más perplejo que yo, si cabe, y no sabía muy bien que expresión debía de ponerme, me saludó tímidamente con la mano y sonrió:
- ¿Vas a ser mi doctora? – Preguntó con una voz pícara.
- No sé si para tu desgracia o para tu fortuna, pero sí. He oído entre los pasillos que soy la peor médico de este hospital, ¿recuerdas algo de eso? En fin, aquí veo que tienes partido tan sólo el dedo anular, tuviste suerte, ¿eh? Hay personas que están fatal, sobretodo, el padre de familia al que atropelló tu autobús, no sé yo si saldrá de esta… – Contesté muy seria y muy profesional.
- La verdad es que sí, supe cómo ponerme perfectamente para no sufrir daños, aunque muy bien no me salió la jugada si tengo partido un dedo. – Quiso bromear.
- Creo que no sabes la gravedad de lo que ha sucedido… – Contesté más seria aún.
- ¡Claro que sí! – Dijo lo más rápido que pudo contestar. Y entonces hubo un silencio muy incómodo entre los dos, levanté la vista de la historia para ver qué pasaba y me di cuenta de que estaba fijamente mirando hacia algo que había detrás de mí: Adam. Tímidamente sonreí mientras él se dirigía hacía a mí.
- ¿Qué tal princesa? ¿Mucho trabajo? ¿Cómo lo llevas? – Me preguntó sin percatarse de nada más.
- Sí, cielo, estoy algo cansada, pero estoy bien, es mi trabajo, ¿no? Así que no te preocupes, ¿tú qué tal? ¿Ya has terminado? – Quise saber yo.
- Pues sí, ahora mismo ya he terminado con la última máquina que tenía por arreglar, así que perfecto, ya está todo solucionado. Venía a ver qué tal ibas tú para ver si te espero para ir a cenar. – Propuso Adam, sin embargo, mi voz no pudo salir de mi boca puesto que una tos tímida nos sacó de nuestra burbuja perfecta para traernos de vuelta a la realidad.
- Eeeh, sí, perdón, Adam este es James, James este es Adam – Les presenté aunque no con mucha alegría.
- Encantado de conocerte, James, por lo que veo eres de los mejores que están del accidente – Contestó muy amable Adam.
- Sí, la verdad que he tenido suerte, podría haber sido peor, comparado con la gente que he logrado ver, sobretodo, ese padre de familia al que atropellamos. Creo que la gente debería de tener mucho más cuidado cuando conduce y más cuando es un conductor de un transporte público, porque de él depende la vida de muchas personas. – Contestó haciéndose el inocente.
- Ya, tienes razón – Afirmó Adam.
Otro silencio incómodo, que no tardó mucho en romperse: “tu turno ha terminado”, fueron las palabras de mi jefe. Había estado trabajando tantas horas seguidas que no tenía ya noción del tiempo siquiera. Entonces Adam me agarró sutilmente de la cintura, haciendo con su gesto que me girara hacía él y eso fue lo que hice. Me miró con esa cara tan tierna que siempre me pone, con esos ojos radiantes de felicidad y de vida, con esa sonrisa que te invita a sonreír a ti también y pensar que nada malo puede pasar, que todo es maravilloso y que nada anda mal.
- Venga, vamonos a casa para que descanses, llamamos a una pizza y que nos la traigan, ¿qué te parece el plan? – Me propuso Adam.
- Creo que es una de las mejores ideas que hemos tenido ahora. Llegaré a casa me daré una larga ducha caliente y luego en el sofá, tapados por una mantita viendo una peli mientras comemos pizza. – Le propuse yo.
- Me parece una de las mejores ideas que hemos tenido ahora, jajajaja. – Me remedó.
- Bueno, James, lo siento pero tenemos que irnos, porque no aguantamos más con nuestras almas, espero que todo te vaya bien y ya nos veremos por aquí, ¿sí? – Le dije para despedirme rápidamente.
- Que descansen, ya nos veremos por aquí, sí, espero que no muy a menudo pero vendré para revisión. – Prometió James. – Y encantado de conocerte Adam.
- Lo mismo digo James, mejórate. – Le contestó cordialmente.
Entonces salimos como un día más del hospital, nos dirigimos al coche. Menos mal, conduce Adam, si tuviera que hacerlo yo como cuando tengo guardia siento que me voy a quedar dormida en el volante de un momento a otro y ya he comprobado lo que puede suponer eso.
Llegamos a casa, me descalzo los zapatos me voy desvistiendo por el pasillo y me meto en la ducha, agua caliente, agua que incluso me quema. James. De nuevo ha aparecido ese nombre en mi mente. Pero… ¿por qué? ¿Por qué he tenido que encontrármelo ahora? Sin duda siempre pasa lo mismo, cuando más feliz estás con algo, siempre ocurre lo contrario que hace que todo se destruya…
Continuará...
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